El folleto Dos viajes de exploración por el Río de las Balsas en el siglo XIX (Comisión del Río Balsas, 1966, 43 p.) tiene el don de atraer nuestra atención, quizá por lo sugerente de las historias que presumimos contiene o quizá porque su tamaño lo hace propicio para leer de corrido en una tarde, sentado en el sillón favorito.
La presentación lo dice todo: "Un río de nombres diversos; de voces indígenas que los siglos trajeron consigo, de muy atrás, en el tiempo: Atoyac, Mezcala, Zacatula... Y un nombre nuevo desde hace cuatrocientos años: río de las Balsas, llegado con los nuevos señores de la tierra. Desde entonces, principia el olvido lento de los nombres ancestrales. Al dominio de los recién llegados sólo escapó el río; continuó irreductible y libérrimo.
"Desde el principio de esos siglos con memoria se reinicia la búsqueda por los viejos senderos; fueron entonces recorridos muchas veces los mismos caminos, los pasos contados y medidas las distancias. De ello quedaron numerosos testimonios; pero, dispersos los registros, la historia del río aún está por escribirse.
"El río de Las Balsas ha sido un reto que atrae, desde siempre, a los hombres. Muestra de ese interés son los dos viajes de exploración que aquí se presentan. Se rescatan y se publican ahora, cuando ya es posible que la voluntad y la acción solidaria de los hombres ejerzan su predominio sobre el río, y lo sometan para construir, para otorgar mejores condiciones de vida. Con el propósito de conmemorar la presencia en México de numerosos geógrafos del mundo, participantes en la primera Conferencia Regional Latinoamericana de la Unión Geográfica Internacional, la Comisión del Río Balsas publica estas páginas".
Los dos viajes son los de la Comisión Exploradora del Atoyac, en 1850, y el de Roberto B. Gorsuch, en 1870. Vale la pena acompañar estos relatos que nos dibujan el ayer lejano, de un lugar cercano y cotidiano. [DCS]
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