Florencio Encarnación Ursúa escribió Acapulco y sus recursos acuíferos (México, Editora y Distribuidora Nacional de Publicaciones, S. de R.L., 1992, ix-236 p.), obra que contiene un prólogo de Alejandro Martínez Carvajal y una presentación de Miguel Aroche Parra, quien estuvo además al cuidado de la edición.
Por el tema resulta evidente que el autor se adelantó en poco más de una década a las preocupaciones relacionadas con la prestación de un servicio público de creciente necesidad: el agua potable.
En el prólogo se relatan algunos datos históricos de la ciudad y puerto guerrerense: “Después del 13 de diciembre de 1521, Acapulco quedó definitivamente establecido, en lo más profundo de una abrigada ensenada con forma de herradura, que hoy es la parte más vieja de la ciudad. // El padre Pedro Cubero Sebastián, en el año de 1679 opinó que Acapulco era de los más hermosos puertos del Mar del Sur. La tierra era tosca, estéril y seca de agua. No tenía más que la de los pozos que era mala, por ser pesada y salobre, pero que a poca distancia había una fuentecilla muy tenue, que apenas salía un hilo de agua que le llamaban El Chorrillo, que para llenar una botija era menester dos horas. // El testimonio de Giovanni Francesco Gemelli Careri está contenido en la nota que dejó escrita el domingo 3 de febrero de 1697. Da fé de la existencia de una fuente de agua situada al pié de monte. Seguramente era un manantial, porque el agua que brotaba en poca cantidad, era muy buena. // Con el devenir de los años, aquella fuente adquirió el nombre de Pozo de la Nación en donde el agua era de uso colectivo. […] En Acapulco se escalonan los acontecimientos desordenadamente y como no se lleva una crónica correcta que los registre, para ser almacenados en algún lugar de consulta, se esconden o se dan por perdidos. // Afortunadamente Florencio Encarnación Ursúa, dio importancia a la secuela que nos va a permitir conocer la historia de la introducción del agua potable”.
En efecto, la obra es una historia de la introducción del agua potable en Acapulco, y en ella el autor fue prolijo, no omitió ninguna mención, al grado de que en el texto se mencionan los programas, convenios, aspectos técnicos, complicaciones y beneficios que resultaron en dicho proceso. Dice el prologuista: “Nada escapó al oído y vista; el pensamiento fue el que realizó los arreglos y gracias a la escritura, nos deleitaremos con un libro estupendo”.
Miguel Aroche Parra señala que el autor es tixtleco, maestro egresado de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa, en Tixtla, Gro., en la primera o segunda generación. Luego de diversos encargos relacionados con la docencia y de haber sido diputado federal suplente, fue designado Director de la Junta de Agua Potable de Acapulco (CAPAMA) y precisamente a dicha labor se refiere el libro, “escrito e integrado en condiciones de gran dificulta debido a la enfermedad que hace años le aqueja, el Mal de Parkinson, para estos días muy avanzado. // Se trata de un testimonio y de una denuncia apoyada en documentos”.
Debe señalarse, en lo que interesa al blog, que Florencio Encarnación Ursúa escribió y publicó dos libros más, de carácter literario: “Espigas de luz” y “Raíces del tiempo”. [DCS]
Por el tema resulta evidente que el autor se adelantó en poco más de una década a las preocupaciones relacionadas con la prestación de un servicio público de creciente necesidad: el agua potable.
En el prólogo se relatan algunos datos históricos de la ciudad y puerto guerrerense: “Después del 13 de diciembre de 1521, Acapulco quedó definitivamente establecido, en lo más profundo de una abrigada ensenada con forma de herradura, que hoy es la parte más vieja de la ciudad. // El padre Pedro Cubero Sebastián, en el año de 1679 opinó que Acapulco era de los más hermosos puertos del Mar del Sur. La tierra era tosca, estéril y seca de agua. No tenía más que la de los pozos que era mala, por ser pesada y salobre, pero que a poca distancia había una fuentecilla muy tenue, que apenas salía un hilo de agua que le llamaban El Chorrillo, que para llenar una botija era menester dos horas. // El testimonio de Giovanni Francesco Gemelli Careri está contenido en la nota que dejó escrita el domingo 3 de febrero de 1697. Da fé de la existencia de una fuente de agua situada al pié de monte. Seguramente era un manantial, porque el agua que brotaba en poca cantidad, era muy buena. // Con el devenir de los años, aquella fuente adquirió el nombre de Pozo de la Nación en donde el agua era de uso colectivo. […] En Acapulco se escalonan los acontecimientos desordenadamente y como no se lleva una crónica correcta que los registre, para ser almacenados en algún lugar de consulta, se esconden o se dan por perdidos. // Afortunadamente Florencio Encarnación Ursúa, dio importancia a la secuela que nos va a permitir conocer la historia de la introducción del agua potable”.
En efecto, la obra es una historia de la introducción del agua potable en Acapulco, y en ella el autor fue prolijo, no omitió ninguna mención, al grado de que en el texto se mencionan los programas, convenios, aspectos técnicos, complicaciones y beneficios que resultaron en dicho proceso. Dice el prologuista: “Nada escapó al oído y vista; el pensamiento fue el que realizó los arreglos y gracias a la escritura, nos deleitaremos con un libro estupendo”.
Miguel Aroche Parra señala que el autor es tixtleco, maestro egresado de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa, en Tixtla, Gro., en la primera o segunda generación. Luego de diversos encargos relacionados con la docencia y de haber sido diputado federal suplente, fue designado Director de la Junta de Agua Potable de Acapulco (CAPAMA) y precisamente a dicha labor se refiere el libro, “escrito e integrado en condiciones de gran dificulta debido a la enfermedad que hace años le aqueja, el Mal de Parkinson, para estos días muy avanzado. // Se trata de un testimonio y de una denuncia apoyada en documentos”.
Debe señalarse, en lo que interesa al blog, que Florencio Encarnación Ursúa escribió y publicó dos libros más, de carácter literario: “Espigas de luz” y “Raíces del tiempo”. [DCS]
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