lunes, 23 de agosto de 2010

La Universidad-Pueblo, un proyecto traicionado, de José Enrique González Ruiz

A continuación trascribimos el texto de la reseña que hace Miguel Ángel Romero Miranda, de la obra de José Enrique González Ruiz: La Universidad-Pueblo, un Proyecto Traicionado (Chilpancingo, Gro., Editorial Tiempos del Sur, 1989, 195 p.), publicado en el número 34, marzo-abril 1990, de la revista El Campo Mexicano:
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Hablar del proyecto Universidad-Pueblo, para alguien que participó en su construcción y para el que fue una experiencia imborrable en su vida, es difícil. Y lo es más cuando se intenta tener una mínima objetividad con respecto a los hechos que se sucedieron, sobre todo, en la etapa definitoria del conflicto político, los primeros cuatro meses de 1984. En esta ocasión, esta difícil situación la enfrentan tanto el autor del libro -José Enrique González Ruiz, exrector de la Universidad Autónoma de Guerrero durante el período 1981-1984- como este comentarista -profesor de la Escuela Superior de Economía de la UAG de mayo de 1981 a abril de 1984.
Sin embargo, a falla de una total objetividad, es conveniente dejar claramente expresadas algunas opiniones con respecto a los hechos políticos que culminaron con el anticipo de la toma de posesión de Rosalío Wences Reza, en su tercer rectorado.
En el sector de profesores y estudiantes que teníamos afinidades políticas, siempre quedó clara la honestidad personal de Enrique González Ruiz. No se le puede acusar, porque además nunca se le pudo comprobar, de haber malversado fondos universitarios. Rosalío Wences Reza, puso por delante sus intereses personales y en poco tiempo dejó claro el papel que desempeñaba en la UAG: era el principal cacique y actuaba como verdadero señor feudal.
Sin embargo, Rosalío Wences no era el único cacique en Guerrero. En ese estado -tal y como lo asegura en su libro González Ruiz- "el pueblo tiene una maravillosa capacidad para entender las cuestiones políticas, aunque, paradójicamente, tiene un bajo nivel político derivado del atraso cultural que ha padecido por siglos". Quizá debido a ese atraso cultural, las prácticas políticas que prevalecían en el seno de las organizaciones de izquierda en ese estado, se asemejaban más a las propias de sectores retrógrados y grupos caciquiles, que a una "nueva política socialista".
Las principales fuerzas estudiantiles, ganaban sus adeptos con la clásica política corporativista de canonjías a quienes aceptaban ingresar a su organización y de castigos a quienes se oponían. La CTM poco les podía envidiar en ese terreno.
Visto a distancia, la lógica del proyecto Universidad-Pueblo era muy simple, no por ello deja de ser importante: de puertas abiertas, creación de escuelas donde hicieran falta, vinculación del servicio social a las necesidades del pueblo y una política de extensión universitaria asistencialista -bufetes Jurídicos y clínicas médicas, principalmente-.
Un proyecto de este tipo chocaba de frente con la política impulsada por el gobierno; por primera vez la izquierda "no reformista" asumía la dirección de una universidad. Su tarea era doble, por un lado, debía crear un proyecto educativo alternativo al estatal y, por el otro, éste tenía que ser distinto -diríamos "más radical"- que el impulsado por el PCM en Puebla y en Sinaloa. A pesar de que la tarea no era fácil, rápidamente se lograron los dos objetivos y la UAG se convirtió en un modelo de universidad sui generis, que acaparó la atención nacional durante muchos años.
Para Enrique González Ruiz, el proyecto Universidad-Pueblo se inicia en 1972, cuando el "empuje de la Federación Estudiantil Guerrerense consiguió llevar a la rectoría a un personaje ajeno al mundo oficial; y con ello se abrió la perspectiva de una transformación a fondo de la estructura universitaria, y de un cambio benéfico para la mayoría de la población".
En efecto, el primer período como rector, Wences Reza empieza a definir los principales rasgos de este proyecto popular: para 1975 "existían seis casas de estudiantes, el comedor universitario de Chilpancingo, 200 becas asignadas a profesores de la Normal Superior, bufetes jurídicos en cinco ciudades, programas de alfabetización en 15 municipios, servicios médicos en Acapulco, Chilpancingo y Ometepec, se habían creado seis escuelas preparatorias, dos centros de enseñanza superior, y, la población escolar se había más que duplicado; de 5 mil 106 alumnos en 1970 pasó a 13 mil 421 en 1974".
Resaltamos estos datos porque de aquí en adelante todo parecía ser cuantitativo, mayor número de estudiantes inscritos, creación de nuevas preparatorias y escuelas profesionales, instalación de bufetes jurídicos, consultorios médicos, casas de estudiantes, entre los principales. Esta fue la dinámica, a grosso modo de 1972 a 1984, es decir durante cuatro períodos.
En el terreno académico, hubo serios intentos por desarrollar un proyecto alternativo y a pesar de que se trabajó intensamente en esta labor, hay que reconocerlo, nunca se logró plantear con claridad una propuesta que distinguiera a la UAG del resto de las universidades. Sin embargo, una cosa sí podemos afirmar -Enrique González Ruiz no lo dice de este modo- la UAG contó con toda la inteligencia de la izquierda no reformista -que es muy alta-, la que en forma generosa apoyó a la consolidación de este proyecto a través de cursos, conferencias, mesas redondas, elaboración de digestos, elaboración de planes y programas de estudio, asesorías académicas.
En algunas áreas, tal y como lo afirma González Ruiz, se llegó a contar con profesores invitados que tenían un reconocimiento internacional, y con una planta de profesores del mejor nivel existente en el país (hago referencia a la Maestría en Ciencias Sociales). Sin embargo, se trataba de islas dentro de un mundo en el que la principal característica era precisamente el bajo nivel académico. Aquí también surge la defensa, este "bajo nivel académico" seguramente no era mayor al existente en otras universidades de provincia ubicadas en estados con un nivel cultural y económico similar al de Guerrero.
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DCS